Bichitos de luz




Benjamín y Manolo son dos bichitos de luz que actúan de estrellas. Ensayan de día, para que nadie descubra el truco.
Palabras más, palabras menos, cuando uno de los enamorados dice:
-Por ti, amor, subí al cielo para alcanzarte las estrellas- Benjamín y Manolo se encienden y se apagan, titilando como astros. Y en el aire se escuchan suspiros de amor.
Pero una noche, mientras estaban actuando, la voz de un sapo los interrumpió:
-¡No son estrellas! ¡Son Benjamín y Manolo! ¡Dos insignificantes bichitos de luz!
Por suerte, los enamorados estaban tan enamorados que solo escucharon un sapo croar.
A la mañana siguiente, los bichitos de luz se acercaron indignados a la casa del sapo para pedirle explicación sobre semejante atropello.
Golpearon la puerta. Nadie contestó. Volvieron a insistir más fuerte. Peo tampoco hubo ninguna respuesta. En ese mismo instante vieron el ojo del sapo que los espiaba por la mirilla. Y como pasaban los minutos y no les abría Manolo dijo:
-¡Usted es un metido!
El sapo Jaime dio tres vueltas de llave a la cerradura de su casa y no contestó. Ojo de sapo a través de la mirilla y ruido de llaves fueron lo único que consiguieron los bichitos de luz en esa visita.
Pasó el tiempo. Actuaron en muchas declaraciones, hasta que una noche mientras titilaban escucharon la voz del sapo Jaime que les decía:
-¡Ey jovencitos! ¡Así no titilan las estrellas!
Los bichitos de luz no interrumpieron la función pero conocían muy bien esa voz, así que cuando terminaron de actuar se acercaron al lugar de donde venía, para esta vez hablar muy clarito y de frente con el sapo desconfiado.
Pero Jaime se había escondido al ver que se acercaban furiosos a donde él estaba.
Benjamín y Manolo no quisieron perder tiempo en buscarlo pero como sabían que estaba cerca dijeron muy fuerte:
-¡Pobre Sapo Jaime! ¡Pobre, Pobre, Pobre!
-Si –acotó Benjamín- ¡Que triste debe ser vivir sin creer en el amor!
Y se fueron repitiendo:
-Amor, amor, amor.
Jaime los estaba escuchando camuflado entre una plantas y sin darse cuenta aparecieron lágrimas en sus ojos. Y en cada lágrima, como si fueran espejitos rotos, comenzaron a salir recuerdos de amores desencontrados. Y allí se quedó esperando que los recuerdos tristes salieran todos juntos pero se hacía más de noche y prefirió volver a su cueva. Siguió llorando tanto que tuvo que salir para que no se inundara. Y como sus lágrimas formaron una pequeña laguna vio allí reflejadas la luna y las estrellas.
Pasaron muchas noches de enamorados. Benjamín y Manolo actuaban y sabían que el Sapo Jaime los estaba escuchando escondido entre las ramas. Pero no los interrumpía.
Un día decidieron ir a visitarlo. Cuando llegaron vieron que a través de la mirilla el sapo los estaba esperando. Y después, ya no estaba el ojo porque todo el sapo Jaime apareció en la puerta con una luna blanca hecha de flores.
Benjamín y Manolo son dos bichitos de luz que actúan de estrellas y cuentan los enamorados que cuando se escucha decir:
-Por ti amor bajé las estrellas del cielo
Una luna se enciende redonda y blanca junto a las estrellas.





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